Amar la problemática – Radiografías de la innovación

“Regresé a mi pueblo a raíz del terremoto. Mi casa se cayó, la casa de mi abuela [también] y así fue como decidimos iniciar Una Mano para Oaxaca”, nos contó Perseida Tenorio, una joven zapoteca, originaria de Ixtaltepec, en el Istmo de Tehuantepec. Junto con Alejandra Rosado y un grupo de mujeres, iniciaron hace casi tres años un proyecto para rehabilitar comunidades de Oaxaca gravemente afectadas por el sismo de septiembre de 2017, que también impactó a entidades como la Ciudad de México, Guerrero y Puebla.

Perseida es ingeniera en industrias alimentarias, pero desde que se graduó supo que su llamado estaba en el desarrollo comunitario; comenzó en Querétaro, donde estudió. Precisamente ahí, en el campus del Tecnológico de Monterrey, conoció a Alejandra, compañera de carrera y con quien tiempo después iniciaría la aventura que nos trajo a esta conversación: Una Mano para Oaxaca.

Cuando sucedió el terremoto, Perse y Ale, como se llaman entre sí, trabajaban con emprendedores dedicados a los alimentos en Querétaro. Así fue como iniciaron llevando ayudas humanitarias a Ixtaltepec, lo que abrió la puerta a otras iniciativas y terminó dando lugar a Una Mano para Oaxaca. Por más de dos años se enfocaron en reconstrucción, preservación de la cultura y sanación emocional, hasta 2019, cuando iniciaron Mi Fruta, Mi Pueblo, propuesta para evitar el desperdicio de alimentos por la que obtuvieron el segundo lugar de la convocatoria #SinDesperdicioMéxico.

Una Mano para Oaxaca nació en 2017 para apoyar en la zona afectada por los sismos en el Istmo y continúa trabajando para reconstruir el tejido social.

Con Mi Fruta, Mi Pueblo, crean círculos de aprendizaje comunitario para transformar frutas de temporada en subproductos de autoconsumo, buscando evitar el desperdicio de alimentos y promover el hambre cero. Lo que resulta de transformar las cáscaras, pulpa y semillas de frutos como mango, papaya, cacahuate, ciruelas y variedad de cítricos ha permitido la formación de cooperativas productoras, el intercambio entre comunidades e incluso comenzar a visualizar opciones de comercialización.

Tuvimos la oportunidad de conversar con Perse y Ale para conocer un poco más de su historia y lo que las motivó a desarrollar Mi Fruta, Mi Pueblo.

Nos dijeron, “¿por qué quieren evitar el desperdicio frutal? Mejor enséñenles otra cosa.”

¿Se consideran innovadoras?

Perseida: Yo, particularmente, diría que sí. Desde el día que iniciamos como colectivo, a los tres días del terremoto que destruyó el 80% de nuestro pueblo, ya estábamos pensando en la reactivación económica. Normalmente eso toma tres o seis meses, porque piensas primero en lo indispensable, que es la alimentación inmediata. Nos dijeron, “¿por qué quieren evitar el desperdicio frutal? Mejor enséñenles otra cosa. Vamos a meter tecnología, ¿por qué quieren meterse con educación?”. Es necesario innovar para hacer frente a las necesidades que tiene nuestra gente. Sin la innovación, no podríamos existir. Eso creo que nos ha dado la posibilidad de acelerar el proceso de reconstrucción.

Alejandra: Algo que ha pasado, y que creo que es gracias a que tenemos la flexibilidad de tomar decisiones, es que hemos podido ir adaptándonos. Han venido distintas problemáticas a lo largo del tiempo y hemos hecho adaptaciones, como justo ahora durante la pandemia [por COVID-19].

¿Qué les inspira a innovar?

P: El amor a nuestra gente, a la comunidad que se va formando. El amor que se va generando desde nuestros abuelos, que nos enseñan a amar nuestra cultura, hasta lo que nosotras también estamos enseñando. Querer transformar nuestras realidades y, además, en situaciones difíciles: no tenemos fondos ilimitados, no contamos con una situación geográfica perfecta y tenemos climas extremos. Un montón de situaciones que vuelven más complicado realizar nuestros proyectos. Esto mismo nos va indicando que es necesario innovar, porque si no, desapareceríamos como cultura.

A: Que hay mucho que hacer y que la gente se involucra, que quieren participar. A veces pasa eso, simplemente no hay algo que los impulse, pero, si sienten que ahí están unas manitas apoyando, la gente se anima y se une. Al final, lo que hemos logrado es que se vaya creando una comunidad. Eso a mí me maravilla y le encuentras el sentido a por qué haces las cosas.

¿Cómo están innovando?

P: La primera innovación fue que las personas de los pueblos se dieran cuenta que la sobreproducción pudiera ser aprovechada. A veces hacían montecitos y quemaban la fruta, porque ellos piensan “¿qué voy a hacer con tanta fruta?”. [Se necesita] un cambio de mentalidad y empezar a darnos cuenta de que se puede aprovechar de diferentes maneras.

A: Todo se basa en la abundancia. Desde hace tiempo, Perseida ya tenía la idea que esta era una problemática en el Istmo: hay tantos [árboles] frutales, que no alcanza con el consumo familiar, entonces todos estos frutos se van desperdiciando. Lo que decidimos es que, para también aprovechar los recursos, que son limitados, estamos buscando cómo generar más comunidades y grupos de mujeres organizadas. Creemos que sólo dar soluciones no es suficiente, sino que tenemos que crear vínculos, que el tejido social es súper importante para que este tipo de movimientos funcione.

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¿Cómo se ve un día normal en Mi Fruta, Mi Pueblo?

P: Las mujeres caminan por la comunidad (si no tienen árboles en su casa) y van recogiendo las frutas que se caen. Seleccionan las mejores frutas con las que pueden trabajar y elaboran la práctica que haya que hacer esa semana. Por ejemplo, estamos viendo deshidratados y vinagres. Lo que hacemos es que combinamos métodos de conservación de alimentos para que con la cáscara se haga algo, con la pulpa otra cosa y que, con el resto (la cáscara o las semillas), se haga otro producto. Hablando, por ejemplo, del mango, las mujeres recogen alrededor de 5 a 7 kilos cada una, pelan los mangos, las cáscaras las ponen a deshidratar y hacemos mascarillas exfoliantes con barro. La pulpa la deshidratan, o pueden hacer mermelada, depende del grado de madurez. Con lo que queda, también pueden hacer vinagre u otro subproducto, depende del tipo de mango. Después, ellas consumen el producto y tienen que guardar un poco para ver cómo avanza la vida útil de anaquel. El objetivo es irnos compartiendo entre comunidades los productos que se van haciendo.

Para innovar hay que amar la problemática y no la solución. Amar lo que quieres resolver y eso que te está moviendo el corazón y no tanto cómo crees que se debe resolver.

¿Qué consejos les darían a los futuros innovadores?

A: Adáptate al cambio. Si no te adaptas probablemente no logres mucho. También, confía en tus ideas; si no, nunca te atreves a ponerlas en práctica.

P: El último consejo, sé creativo. Es un dicho, “falla rápido y falla barato” y sí, hay que ser creativos en todos sentidos; intentar todo de la A a la Z hasta que digas “esta es la opción buena”. No te encasilles en una opción o una idea, haz pruebas diferentes. Para innovar hay que amar la problemática y no la solución. Amar lo que quieres resolver y eso que te está moviendo el corazón y no tanto cómo crees que se debe resolver. La capacidad de sumar, de restar, de desmenuzar el problema.

¿Qué es lo que nadie te cuenta de innovar?

A: Yo creo que, estoy segura de que lo han escuchado, pero a nosotros nos ha pasado mucho y es que vas a fallar. No va a funcionar al principio y lo vas a tener que transformar. Eso, cuando te cuesta mucho [gestionar] la frustración, es muy importante. Vas a tener que aceptar que fallar va a ser parte de crecer. No pasa nada, hay que reinventarse.

P: Que los resultados toman tiempo. En las redes sociales se comparte mucho que tal persona hizo esto, o que ganó tantos miles de pesos, o que ahora tantas personas están haciendo tal solución y tú dices “seguramente tuvo la idea y ya, tantito después, obtuvo estos resultados”. Nadie nos dice el tiempo que hay que invertir, la constancia e incluso sacrificios personales que hay que hacer. En todas las áreas hay mucha gente poniendo su tiempo, corazón, inteligencia. Los resultados toman tiempo: hay que esperar y ser constantes.

A: Además, es bien necesario tener la habilidad de compartir con la gente, saber apoyarte en los demás y reconocer para qué eres bueno y para qué vas a necesitar a otras personas. Hay un punto en el que debes decir, “bueno, esto no [lo puedo lograr], pero voy a hacer una alianza”.

¿Qué sigue después de desarrollar una innovación?

P: Lo principal es ir compartiendo la solución. Ya sea para generar ingresos o resolver una problemática, no quedarte con ella: de nada sirve si no se comparte. Las grandes innovaciones que hemos visto justamente involucran a un mayor número de personas con el tiempo y también ahí necesitas otro tipo de habilidades, como la capacidad de compartir, delegar, involucrar, enseñar y administrar.

A: Lanzarte a validar; eso es algo que nos ha funcionado mucho. En algunos proyectos nos sentamos mucho para la planeación y al final nos damos cuenta de que al momento de implementarlo tuvimos que cambiar muchas cosas. Cuando dices “ya tengo mi proyecto”, la verdad es que tienes un 30%, hasta que lo haces, vas a saber realmente lo que tienes.

¿Qué les emociona del futuro?

A: A mí emociona mucho Mi Fruta-Mi Pueblo, porque creo que es una solución a un problema internacional que puede escalarse de muchas maneras y que sus efectos, o sus resultados, repercuten en el tema ambiental y con comunidades que son realmente vulnerables. Me emociona mucho lo que sigue del proyecto.

P: Me emociona la capacidad de transformarlo, cómo nuestras acciones pueden generar otro tipo de circunstancias. Me gusta mucho una frase que dice que “otros mundos son posibles” y sí, creo que es posible, desde el accionar de nuestro día a día, dirigirnos hacia el futuro que queremos construir y que estamos imaginando.

Más de 30 mujeres que viven en San Pedro Comitancillo, Cd. Ixtepec y Santa Maria Guienagati, en Oaxaca, México, han sido parte de los grupos de capacitación de Mi Fruta, Mi Pueblo. Cada semana, con las promotoras comunitarias y el equipo de Una Mano para Oaxaca transforman más de 100 kg de frutas y hortalizas que de otra manera se habrían desperdiciado. Puedes seguir su trabajo en su sitio web, haciendo clic aquí.

Radiografías de la innovación es una serie en la que contamos las historias de personas que han puesto manos a la obra para crear soluciones que llevarán a América Latina hacia un mejor futuro. Sigue nuestro sitio web, Facebook y Twitter para conocer a más innovadores en sectores como la seguridad hídrica, economía circular, primera infancia y difusión del arte y la cultura.

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