*Originalmente publicado en El Norte
De acuerdo con ONU Hábitat, las ciudades golpeadas por desastres mayores pudieran tardarse más de 10 años en recuperarse y, sobre todo, en alcanzar sus estándares previos al desastre. En Monterrey lo sabemos muy bien.
El 17 de septiembre de 1988, el huracán “Gilberto” alcanzó los 296 kilómetros por hora. Por su fuerza y magnitud, los impactos provocaron una crecida importante en el río Santa Catarina y daños considerables en nuestra infraestructura. Veintidós años después (1 de julio del 2010), el huracán “Álex” arrasó con nuestras calles, puentes y casas. Hasta hoy, esas han sido las lluvias más intensas registradas. No extraña, entonces, que causaran el colapso total de la ciudad. Todavía, cuando llueve, volteamos preocupados a ver el río y pensamos dos veces al aventurarnos a pasar por alguno de los vados que cruzan por la ciudad.
El paso de los huracanes “Gilberto” y “Álex” por Monterrey nos tomó por sorpresa. Nos hacía falta entender mejor el vínculo de la ciudad con el agua desde una visión sistémica. Hoy no podemos olvidar que “Álex” nos costó cerca de 2 mil 111.7 millones de dólares en reconstrucción. Y mucho menos que Gilberto nos quitó por lo menos a 225 regiomontanos y damnificó a miles más. Pero ese recordatorio nos debe llevar a la acción. Necesitamos pasar de gestionar el problema a equilibrar la protección y el uso del agua para que se manifieste en las cinco dimensiones de la seguridad hídrica: doméstica, económica, urbana, ambiental y, especialmente, la capacidad para enfrentar eficientemente desastres relacionados con el agua (huracanes y sequías).
La seguridad hídrica es un instrumento que puede ayudarnos a minimizar y evitar pérdidas como las que vivimos aquellas veces. Para alcanzarla necesitamos un camino: una herramienta que logre que el sector público y privado, la sociedad civil y la academia trabajen juntos para protegernos ante problemas vinculados con el agua.
De hecho, los Fondos de Agua son una respuesta que se deriva del resultado del esfuerzo conjunto de la cooperación de sectores. En nuestra ciudad tenemos el Fondo de Agua Metropolitano de Monterrey (FAMM) que se da a la tarea de desarrollar la cultura del agua, despertar la conciencia ambiental y fomentar la gestión más óptima de los recursos ambientales para conservar las fuentes hídricas. Dicho de otra forma, el FAMM se inserta en nuestro escenario para promover el bienestar de la ciudad y sus habitantes.
El FAMM también ha sido una pieza vital para cambiar la visión y la relación que tenemos con el agua. Uno de sus logros más significativos es que participó en la creación del Plan Hídrico 2050; un plan que se construyó con un equipo multidisciplinario conformado por NED (Núcleo Estratégico de Decisiones ubicado en el Centro del Agua para América Latina y el Caribe) instituciones y consultores para visualizar y analizar miles de escenarios posibles y cómo resolverlos. A partir de este esfuerzo, el FAMM logró diseñar un portafolio de soluciones para impulsar la agenda de seguridad hídrica en Monterrey y contribuyó de manera importante a robustecer las tomas de decisiones relacionadas con infraestructura y gestión.
“Gilberto” y “Álex” han sido puntos de inflexión en nuestra historia con el agua y nos han costado mucho. Más alto sería ese precio a pagar si no aprendiéramos las lecciones que la naturaleza nos da. El FAMM y su Plan Hídrico 2050 son una muestra de que podemos, con la colaboración entre sectores, visualizar qué decisiones tomar en cuenta para no sólo afrontar futuros retos hídricos, sino para construir un marco de fortalecimiento alrededor de nuestra ciudad. Para transformar nuestra relación con el agua no sólo hoy, sino en la evolución de Monterrey y su área metropolitana hacia una relación armónica entre todas sus partes.